jueves, 20 de septiembre de 2007

EMOCIONES Y ADAPTACIÓN

Éxodo, un viaje “por otros” alentado por planes futuros
Vendedoras de tucumanas en el metro de Madrid, en 2007. El comercio crece pese a las prohibiciones españolas que restringen la venta. Fotos: Isabel Terrazas
Los migrantes sacan fuerzas de la angustia por el futuro y del porvenir que quieren dar a sus hijos. Según la psicóloga de la Asociación Española de Estudios Migratorios y Psicoterapia Transcultural, Verónica Trigo, "las motivaciones de un migrante son las que tiene cualquier humano". Aunque muchas veces se cree que el motivo es económico, detrás del proyecto de marcharse está la intención de proveer de lo esencial a los hijos.
“Los que se van también experimentan cosas nuevas”, según Verónica Trigo. Por ello, la decisión de irse es resultado de un proceso atravesado por motivaciones afectivas que determinan la decisión del migrante.
Quienes cruzaron la frontera deben lidiar a un inicio con un ambiente hostil, pero para la psicóloga de la Asociación Española de Estudios Migratorios y Psicoterapia Transcultural, “la migración “tiene su lado bueno para las sociedades, familia y el individuo”.
“El que se va, lo hace por otros, no por sí mismo”, dice Trigo. Por eso, el perfil más común son mujeres y madres. Su adaptación está ligada a la noción del futuro.
La partida se afianza en los proyectos familiares futuros. De ahí, que sea común que el viajero coloque entre sus prioridades el sueño de una casa propia, el negocio y los estudios, aunque el precio muchas veces implique la separación familiar, privaciones y delegar la crianza de los hijos al mayor de los descendientes, los abuelos o un pariente. De ese modo, los protagonistas del reciente éxodo de bolivianos, sobre todo a España, cargan consigo el estigma de la ruptura familiar.
Sin embargo, esa tendencia no puede ser un sinónimo de migración. Para la psicóloga, lo que hace la migración es “acentuar las debilidades y fortalezas”.
A pesar de ello, hay una tendencia a mirar sólo las consecuencias negativas del éxodo y se pierden de vista las implicaciones favorables en lo familiar y social, añade la profesional.
Hay familias que afrontan la migración superando los traumas. Existen historias, donde tras la partida de la madre, fue el varón el que asumió sus nuevos roles del hogar y aprendió a valorar el esfuerzo de la mujer.
Sin que los conflictos estuviesen ausentes, el padre supo adecuarse a su papel en la cocina, la lavandería, las tareas de los niños, la disciplina y combinar todo ello con su trabajo.
Los episodios tristes a menudo contados con estadísticas sobre la delincuencia juvenil y casos de violación se han destacado más, opacando el proyecto de los que se marcharon con la idea de: “Yo no quiero que mis hijos sufran lo que yo he sufrido. La migración es un camino para eso”, dijo Trigo.
Luego, la partida el migrante no siempre es planificada. Por eso la Asociación Española cree que el rol del terapeuta transcultural es “contener. Hay que crear redes de apoyo”.
Migración por generaciones
El costo humano del éxodo se ha plasmado, además de la ruptura familiar, en una tendencia de estigmatizar al migrante y su entorno. Así lo cree la psicóloga Verónica Trigo, que por su trabajo con bolivianos en España es una convencida de que tanto "los que se quedan como los que se van, experimentan emociones y experiencias nuevas".
El conflicto surge cuando esos sentimientos no son "digeridos" y con una postura optimista se cree que "la migración puede ser positiva y enriquecedora". Por eso, sacó a flote la historia de Claudia, una joven hija de una boliviana que emigró Argentina allá por la década del 90 y hoy es parte de la comunidad de bolivianos que viven en Bérgamo (Italia).
La joven migrante, que pasó su adolescencia criando a sus cuatro hermanos con el dinero que su madre les mandaba de Buenos Aires, ahora está empeñada a darle al menor de sus hermanos una carrera técnica.

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